AMORES
QUE MATAN
Ella caminó
hacia el hombre que la esperaba, lo conoció cuando tenía 21 años así que pudo
reconocerlo aunque estuviera de espaldas. Durante 13 años ella rechazó sus
declaraciones de amor, situación que él nunca aceptó. Al acercarse, él se
volvió a ella y le arrojó dos descargas de ácido sulfúrico en su rostro y en su
cuerpo.
¿De qué manera
definen los hombres colombianos su masculinidad?, probablemente tienen mucho en
común con el pakistaní que sorprende a su esposa sin el burka, o podría tratarse
de sujetos con desequilibrios mentales que tienen intolerancia a la frustración,
en ese caso la pregunta no sería sobre las construcciones sociológicas sino que
señalaría fuertes dudas sobre la salud mental en nuestro país. Antes de ver
estadísticas de Hospitales Mentales pienso que sería más revelador verificar
los números de la violencia doméstica contra la mujer, la discriminación
laboral y la injusticia salarial, poque el ataque con ácido no es más que otra modalidad de violencia de género.
La primer mujer
atacada con ácido en Colombia en el año de 1999, Flor María, aún sufre las
consecuencias. Desde el hecho la mujer afrodescendiente vivió de la caridad de
médicos y enfermeras, incluso de la mendicidad, sin poder generar ingresos y a falta de familiares cercanos
una mujer bogotana la “adoptó”. El agresor fue su pareja y solo pagó un año de
cárcel. Flor ha padecido durante 15 años ceguera, dificultad para respirar y discriminación de la sociedad por sus deformaciones, mientras él goza de la
libertad y los beneficios del Estado de Derecho como ciudadano colombiano.
Sería mejor cuestionar la salud mental de la Rama Ejecutiva, Legislativa y
Judicial.
El agresor de Natalia Ponce, víctima de ataque
el 27 de marzo del 2014, es defendido como inimputable, esto quiere decir que
aunque él la acosó por 13 años, merodeó su calle por un tiempo, compró y le
arrojó el líquido corrosivo, la posibilidad de alegar enfermedad mental podría
salvarlo de cumplir condena por su delito. Está enfermito ¡Pobrecito!. Ahora
que Natalia rompió su silencio con los medios se reaviva el dolor del país por “la
negligencia de la justicia”, como ella lo expresa, y la tristeza de tener uno
de los índices más altos del mundo con ataques de género, de la mano de India,
Uganda, Pakistán, Camboya y Bangladesh.
El 22 de agosto
se publicó la decisión del Gobierno y el Invima por regular la venta de los
siete líquidos corrosivos más peligrosos, y el requisito de enseñar la cédula
de ciudadanía en el momento de comprarlo. Bien. Un hombre compra el ácido o lo
agarra del patio de la abuelita que lo usa para lavar el solar, hace el daño y
luego alega locura para ser exonerado de la justicia. La justicia es a prueba de niños.
Tras el establecimiento de una política pública en
Bangladesh los ataques con ácido contra mujeres se redujeron en un periodo de
10 años. No se puede solo esperar a que las campañas de concienciación apelen a
la buena voluntad de los varones, la legislación nacional debe ponerse los
pantalones y catalogarlo como “delito violento, crimen que es planeado,
diseñado y premeditado”. Así lo indicó Jafar Shah, director de la única
organización* en el mundo dedicada a luchar contra este tipo de violencia de
género. Shah visitó Bogotá como invitado de la Secretaría de
Salud en septiembre de 2014.
La justicia de género no debe ser cuestión coyuntural,
los ataques con ácido son una manifestación de la precaria labor del
Estado por fomentar el respeto por la mujer y la equidad en todos los ámbitos
sociales, también evidencia la arcaíca concepción en Colombia sobre las relaciones entre hombres y mujeres, así como una dura realidad sobre la cotidianidad de la violencia en
el país. Necesitamos un “picapiedra” figurado que derrumbe las cavernas dentro
del subconsciente nacional.
Por: Yohita.
*Acid Survivors Trust International. Con sede en Londres.