LUCY EN LA MONTAÑA CON HIJOS
(“Lucy in the sky with diamonds” The
Beatles)
Sombreros, hombres
guapos y de corbata, faldas “lápiz”, caderas sobresalientes y cinturones anchos;
los años cuarenta en las montañas cafeteras de Colombia no fueron como las
películas glamorosas a blanco y negro. Igualito que tostando café se cocinaba
el caos del amor.
En el año 41 Lucy se
casó. Tenía 14 años, era una montañera de ojos verdes en el día y azules en el
llanto. Su esposo, 19 años, propietario
de un camión, era el más adecuado para ayudarla a sostener económicamente a sus
7 hermanitos huérfanos. Educada para ser una esposa obediente y una madre
prolífica, Lucy se vistió de blanco como jugando al disfraz. No amó, obedeció.
¿Fue feliz? El género femenino era apenas un ser humano frente
a la iglesia, para el Estado no era un ciudadano, difícilmente un sujeto de
derecho. Dudo que alguien le preguntara si era feliz. Felicidad era una palabra
europea, en la cordillera central el sinónimo era ‘Deber’.
De los catorce partos vivieron once, de los once vivos cinco
mujeres, Clarita la quinta. La década de 1950 transcurrió mientras ella
aprendía el ‘deber’ y el rosario de la sangre de Cristo, pero la fiebre
existencial de Simone de Beauvoir, la T.V. y Rojas Pinilla, Camilo Sesto –el amor
de mi vida has sido tú- , Leonardo Favio –ding dong ding dong- y Leo Dan –solo por ella
vivo la felicidad-, le pusieron los ojos
miel a Clarita. Podemos trabajar, estudiar, sentir ¡Gracias General por el
voto!, ¿Alguien habrá explicado a Clarita cómo ser feliz con todo esto?
Esperó el amor hasta los 28. Para una profesional
independiente en 1977 ese ya era un tren muy, pero muy tardado. Con toda esa
libertad de amar dijo ‘si’ al negrito que le rogaba hace un año por un besito,
no había otro. No amó, accedió. Quizá el ‘deber’ es más parecido a la felicidad
pues Lucy murió casada a los 85 años, Clarita y su negrito mataron su
matrimonio después de 13 años. Quizá amar sea más posible sin televisor ni música,
en la soledad de la montaña, asando arepas en el fogón de leña.
En el siglo XXI no hay ‘deber’, ni obediencia, “Ya no hay
valores familiares” dice Clarita. La felicidad y el amor la explican como auto, individual, solitaria, interna, si piensas en otro eres dependiente si no eres egoísta. “Se acabó la sociedad
con la muerte de la familia como institución” repite Clarita. Nunca hubo tanta
conexión personal con las emociones, nunca hubo tantos jóvenes suicidas,
adolescentes deprimidos, mujeres solitarias, hombres sin hijos y natalidad
incontrolable. Indiferencia total u
obsesión compulsiva en este siglo maniqueista que pretende la democracia. ¿Cómo
ser feliz y amar sanamente? Que alguien me explique.