lunes, 21 de abril de 2014


LUCY EN LA MONTAÑA CON HIJOS
(“Lucy in the sky with diamonds” The Beatles)

 Sombreros, hombres guapos y de corbata, faldas “lápiz”, caderas sobresalientes y cinturones anchos; los años cuarenta en las montañas cafeteras de Colombia no fueron como las películas glamorosas a blanco y negro. Igualito que tostando café se cocinaba el caos del amor.

En el año 41  Lucy se casó. Tenía 14 años, era una montañera de ojos verdes en el día y azules en el llanto.  Su esposo, 19 años, propietario de un camión, era el más adecuado para ayudarla a sostener económicamente a sus 7 hermanitos huérfanos. Educada para ser una esposa obediente y una madre prolífica, Lucy se vistió de blanco como jugando al disfraz. No amó, obedeció.  

¿Fue feliz? El género femenino era apenas un ser humano frente a la iglesia, para el Estado no era un ciudadano, difícilmente un sujeto de derecho. Dudo que alguien le preguntara si era feliz. Felicidad era una palabra europea, en la cordillera central el sinónimo era ‘Deber’.

De los catorce partos vivieron once, de los once vivos cinco mujeres, Clarita la quinta. La década de 1950 transcurrió mientras ella aprendía el ‘deber’ y el rosario de la sangre de Cristo, pero la fiebre existencial de Simone de Beauvoir, la T.V. y Rojas Pinilla, Camilo Sesto –el amor de mi vida has sido tú- , Leonardo Favio  –ding dong ding dong- y Leo Dan –solo por ella vivo la felicidad-,  le pusieron los ojos miel a Clarita. Podemos trabajar, estudiar, sentir ¡Gracias General por el voto!, ¿Alguien habrá explicado a Clarita cómo ser feliz con todo esto?

Esperó el amor hasta los 28. Para una profesional independiente en 1977 ese ya era un tren muy, pero muy tardado. Con toda esa libertad de amar dijo ‘si’ al negrito que le rogaba hace un año por un besito, no había otro. No amó, accedió. Quizá el ‘deber’ es más parecido a la felicidad pues Lucy murió casada a los 85 años, Clarita y su negrito mataron su matrimonio después de 13 años. Quizá amar sea más posible sin televisor ni música, en la soledad de la montaña, asando arepas en el fogón de leña.

En el siglo XXI no hay ‘deber’, ni obediencia, “Ya no hay valores familiares” dice Clarita. La felicidad y el amor la explican como auto, individual, solitaria, interna, si piensas en otro eres dependiente si no eres egoísta. “Se acabó la sociedad con la muerte de la familia como institución” repite Clarita. Nunca hubo tanta conexión personal con las emociones, nunca hubo tantos jóvenes suicidas, adolescentes deprimidos, mujeres solitarias, hombres sin hijos y natalidad incontrolable.  Indiferencia total u obsesión compulsiva en este siglo maniqueista que pretende la democracia. ¿Cómo ser feliz y amar sanamente? Que alguien me explique.



miércoles, 9 de abril de 2014

…CON LOS DEDOS DE LOS PIES...

-…se lo dí un 30 de julio, fue su regalo de cumpleaños, teníamos 18 años…- los ojos enrojecidos saltan en el aire de un lado a otro cazando recuerdos como mariposas, -¿usted sabe qué es amar con ‘tuuduu’ el cuerpo?-. Al ver esa pasión convertida en lágrima siento muchas ganas de sentir exactamente eso, pronto no sería así.

Entró al salón cargando un morral que hacía zanja en su hombro, sonriendo y dando besos sin discreción, tan alta y robusta que intimida a primera vista, fuerte,  es Loretta; el cabello agarrado con desgano, la piel brillante y la ropa cansada, humilde pero bien versada. Luego de un debate de dos horas sobre empleo, gestión comunitaria, citas con el alcalde y oficios sin respuesta, abre sus enormísimos ojos directo a los míos, solas, y derrama en ellos la desesperanza de la mujer que no pudo ser madre.


-…lo conocí en el colegio, durante dieciséis años nunca le dije un No, en todo fui su amiga, su esposa, su asistente, pero al final no fue mi culpa, simplemente no pude…- Su manos se mueven con la ansiedad del culpable, explica los hechos repetidamente como si necesitara disculparse, como si lo hubiera hecho apropósito. -…cuando le firmé el divorcio decía ‘disolución de sociedad conyugal ‘SIN HIJOS’, eso no es verdad, tuvimos cinco…- dice exaltada, después de siete años de firmar.

Su vientre no podía retener bebés, presión alta al grado de preclampcia, dos abortos, tres partos prematuros; Sebastian, Mayra y Santiago, tres veces madre, nunca por más de 48 horas. -…cuando murió el quinto ya no podía ni mirarlo a los ojos, sabía que ese era su anhelo más grande, entonces lo dejé ir. Lloró, pero lo amaba tanto, con cada pelo de mi cabeza y hasta con los dedos de los pies, preferí que fuera feliz aunque no estuviera conmigo, así se ama de verdad…-

De pronto la mujer grande, propia, líder, se hizo frágil con el atardecer gris, ¿acaso el derecho a ser amadas se mide por la capacidad de dar a luz o por la voluntad, incluso contra natura, de cumplir todos los anhelos de la pareja? -…tuvimos una vida ‘bonnnita’, vivíamos el uno para el otro, solo tuvimos un problema, no le pude dar un hijo…- 


Por: Yohita.