jueves, 26 de mayo de 2011

CELIA I

Don Melo ensilla la yegüa mientras brota sal húmeda de sus ojos, se dirige a machetear sus tierra de Multé. Ya no camina junto a él su duendecilla con la comida envuelta en hoja de plátano y la hamaca enredada en los hombros.
Su quinceañera, su Celia, delgada y pequeñita, el último de los siete partos de Doña Marta, viajó a la capital tabasqueña para superar su primera y más grande desilusión, la que sufrió a sus doce años cuando al finalizar la primaria escuchó: “No hay dinero para tus estudios”.
Esto es conforme al Balancán de 1986, cuando el municipio tenía pocas escuelas primaria y las preparatorias eran un sueño. Pero Celia no aprendió sobre conformidad cuando salía al pueblo desdevsus siete años para vender la cosecha de tomates, plátano y naranja que preparaba Con Melo.
Con la sombra de un árbol como aula de clase donde ella misma era estudiante y maestra se preparó para aprobar dos años y medio de secundaria (normalmente son tres años) en el sistema abierto para adultos de la Secretaría de Educación Pública. Mientras ayudaba a vender plátanos repetía la lista de presidentes y cuando alimentaba los pollos hacia cálculo mental.
Su hermano mayor, recién casado y sin hijos, le ofreció albergarla y darle sostenimiento en Villahermosa para recompensar su esfuerzo y apoyarla con el estudio. Lo que Celia pensó como el primer gran logro de su corta vida sería el inicio de múltiples pruebas de resistencia, sabría entonces que la opresión machista proviene siempre de otra mujer…
Por Yohita