jueves, 26 de mayo de 2011

CELIA I

Don Melo ensilla la yegüa mientras brota sal húmeda de sus ojos, se dirige a machetear sus tierra de Multé. Ya no camina junto a él su duendecilla con la comida envuelta en hoja de plátano y la hamaca enredada en los hombros.
Su quinceañera, su Celia, delgada y pequeñita, el último de los siete partos de Doña Marta, viajó a la capital tabasqueña para superar su primera y más grande desilusión, la que sufrió a sus doce años cuando al finalizar la primaria escuchó: “No hay dinero para tus estudios”.
Esto es conforme al Balancán de 1986, cuando el municipio tenía pocas escuelas primaria y las preparatorias eran un sueño. Pero Celia no aprendió sobre conformidad cuando salía al pueblo desdevsus siete años para vender la cosecha de tomates, plátano y naranja que preparaba Con Melo.
Con la sombra de un árbol como aula de clase donde ella misma era estudiante y maestra se preparó para aprobar dos años y medio de secundaria (normalmente son tres años) en el sistema abierto para adultos de la Secretaría de Educación Pública. Mientras ayudaba a vender plátanos repetía la lista de presidentes y cuando alimentaba los pollos hacia cálculo mental.
Su hermano mayor, recién casado y sin hijos, le ofreció albergarla y darle sostenimiento en Villahermosa para recompensar su esfuerzo y apoyarla con el estudio. Lo que Celia pensó como el primer gran logro de su corta vida sería el inicio de múltiples pruebas de resistencia, sabría entonces que la opresión machista proviene siempre de otra mujer…
Por Yohita

miércoles, 20 de abril de 2011

Autobiografía metafórica

Era una hermosa princesa, digo era porque ahora tiene unos 20 kilos de sobrepeso y el rostro lleno de acné, pero si solía ser hermosa.
La princesa también era sensible y tierna con los animales, aunque las últimas mascotas que tuvo a su cargo fueron un hámster llamado Manuél Alejandro que despertó un poco rígido tres días después de sacarlo de la tienda de mascotas y un canario globalifóbico que tiene nivel master en su carrera de faquir[1]. Ho si! Ésta princesa amaba los animales solo que ahora no tiene tiempo ni de contemplarse al espejo.
Mientras la reina madre recorría a diario el palacio y formaba a su hija en los quehaceres dignos de la realeza, su padre, mejor conocido como Diacrónido[2], luchaba en tierras lejanas contra dragonas escupidoras de fuego. Tan comprometida era su lucha que hasta se casó con varias de ellas con el único propósito de convertirlas en monstruos útiles para el Reino.
En romántica espera observaba desde la torre de palacio el horizonte por el que habría de aparecer el príncipe gallardo o los musculosos, atléticos, valientes, misteriosos y góticos caballeros del zodiaco en su dorada armadura (terriblemente apenada por no tener, como audiencia, un referente de galán más actual). ¡Y si llegaban! Mas desgarbados y patanes de lo esperado, pero una princesa a finales del siglo XX no podía ser la única virgen de 17 años.
Por error la princesa un día leyó historias de caballería donde una tal Juana de Arco blandía la espada y libros donde una atrevida Cristina de Pizan criticaba la sociedad patriarcal. Le tomaría poco darse cuenta de la gran diferencia entre Vida Real y vida real, cuando su madre debía trabajar a diario en el Palacio de Justicia tras un escritorio para alimentar a sus principitos mientras el “rey” vivía una falsa vida épica y, uno tras otro los guapos caballeros presumían frente a la princesa su armadura brillante y… solo hacían eso.
La princesa, ahora plebeya, se arrancó el cinturón de castidad pero le quedó el largo e incómodo vestido, se deshizo de la peluca pero le quedó el cabello atado, rompió los broches del corset pero le quedó el brassier. Abandonó el castillo para conocer el mundo mientras la ropa sucia exclama desde el lavadero “¡Ho no! ¿Y ahora quién podrá lavarme?”.

Por Yohita
[1] Para PETA, Sociedad Protectora de Animales y simpatizantes: rechazo todo tipo de agresión contra los  animales, son ejemplos exagerados para efectividad del texto.
[2] Lluvia de meteoros que se avisora una vez al año en otoño, si se acerca mucho a la órbita terrestre amenaza la vida humana. (Bueno, la vida no,  los satélites de comunicaciones pero algunos dirán que si pierden la señal del celular morirán.)